Como tantas veces había hecho de niño cuando me dirigía a ver a mi abuelo, siempre en la puerta cercana a la casa contigua intentaba jugar al escondite, recuerdo que gritaba: “abuelo, estoy aquí, no me ves¡¡¡¡¡¡”, cada vez más alto, más…..y más, el miraba, y miraba, pero no lograba verme.
La distancia no era muy grande pero su precaria visión le impedía distinguir mi silueta, no obstante, sabía que estaba cerca.
La distancia no era muy grande pero su precaria visión le impedía distinguir mi silueta, no obstante, sabía que estaba cerca.
El otro día lo volví hacer pero ya no me miraba, ni me oía, ahora oía las mismas palabras que en un tiempo pasado salieron de mi boca.
Miren E. PalaciosBilbao a, 26 de Octubre del 2011
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