jueves, 20 de junio de 2013

¿Por qué engorda el estrés crónico?

¿Pero por qué el estrés crónico lleva a comer más? Porque el cortisol inhibe la actividad de la leptina, una proteína que informa al hipotálamo que ya se poseen suficientes reservas y que se debe regular el apetito.
Existen quienes dicen que los nervios hacen adelgazar, pero también están los que aseguran que hecho de estar alterado engorda. Según la ciencia, ambas respuestas son correctas, aunque todo depende del tipo de estrés que se tenga.
El llamado “estrés agudo” es el que es provocado por un hecho abrupto acotado en el tiempo (como por ejemplo una desgracia familiar) y al presentarse genera pérdida de apetito. Mientras que el “crónico” es aquel que se produce en forma constante gracias a las presiones de la vida diaria.  “Desgasta a las personas día tras día, año tras año” y “destruye al cuerpo, la mente y la vida”
A este estado pueden producirlo la mala situación económica, las familias disfuncionales, un matrimonio infeliz o un empleo que se detesta.


 

Cuando la satisfacción no se halla una posible mejora, se buscan recompensas inmediatas a través de la comida, lo que aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad.
El nerviosismo crónico “altera el eje hipotalámico, pituitario y adrenal (HPA), lo que hace que se liberen grandes cantidades de cortisol, la hormona del estrés” y se produzcan estos “cambios en el comportamiento alimentario”.
Basados en la premisa de que el cuerpo es una maquinaria perfecta y sus partes están estrechamente relacionadas, los médicos opinan que la obesidad asociada al estrés debe ser tratada en forma mutidisciplinaria.
Estos apoyos se necesitan “para que la persona incorpore pautas de vida saludables, y dado que el disconfort emocional lleva a comer en forma inadecuada, se apunta a promover una actitud positiva ante los desafíos cotidianos, como por ejemplo no decir ‘estoy a dieta’ sino ‘elijo esto para sentirme bien’”.
Es que hoy, más que nunca, mantenerse en forma es todo un desafío. De hecho, una investigación publicada en la revista Phisiology and Behavior señaló que el estilo de vida moderno se equipara a un “ambiente obesogénico”, ya que incluye la falta de sueño, alta exigencia, empleos sedentarios a causa de la tecnología y alta oferta de alimentos no adecuados.

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