Somos dos tíos fuertes, ¿a qué sí?, le preguntó Juan a su suegro, después de subir a lo más alto de aquella montaña que se divisaba desde la escuela, donde por la mañana daban para desayunar cola-cao con leche y galletas marías.
Un habito que los profesores habían adquirido recientemente, al ver que algunos niños y niñas acudían al colegio sin haber desayunado. La pregunta estaba en boca de todos y todas, ¿qué podrían hacer ellos y ellas ante tal impotencia?
Miren E. Palacios
Bilbao, 23 de junio de 2013
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