Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada. Eso fue lo que pensó para sí el malhumorado Jonás de su joven y bella amante durante esos juegos de cacería, en los que nunca se sabía quién era la presa, el ogro o el cazador.
En aquella mansión todo era tenebroso aunque contrastaba con la aventura, el olor a eucalipto y la osadía del duende donde el placer y la gula se servían como si de uno de los entrantes se tratara. Miren E. Palacios
Bilbao a, 14 de Enero del 2012
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