Un pensamiento en relación a este aspecto:
Es francamente difícil pero no imposible aprender a manejar a este tipo de pacientes, porque a veces resulta doloroso por la afectividad y el apego que se tiene hacia ellos. Me estoy refiriendo dentro del marco familiar. Un cuidador familiar tiene a mi entender, un doble aprendizaje, por un lado el manejo del enfermo y familiar y por otro el suyo propio.
La dureza en la evolución de las distintas fases y situaciones, nos sitúa en un plano para el que no se nos ha preparado, ni aun teniendo conocimientos médicos o enfermeros; resulta complejo, aunque no imposible, dejar a un lado el toque de la carne.
Es una enfermedad neurodegenerativa en la que día a día te muestra una foto, no estática, es móvil por el evolutivo de la propia enfermedad. Esos rasgos, esos olvidos, la dificultad en caminar y en valerse por sí mismo, es lo que hace que tengas que aprender a filtrar y sirva para que poco a poco pueda fortalecer tu mente.
Tienes a favor en el caso de cuidador familiar profesional sanitario, algo muy importante, que eres conocedor de los cuidados y las necesidades de ese familiar, pero el lado afectivo requiere tanto o más atención que el saber cuidar y prestar esos cuidados, desde una mirada social y profesional.
Tienes que aprender a vivir con un familiar que tiene una enfermedad, que no tiene cura, ni tratamiento, que solo puedes aliviar su calidad de vida haciendo que cada día sea agradable, sin dolores y activándole tanto el cuerpo como la mente, en la medida de las posibilidades del cuidador o cuidadora y del que cuidas.
Esto va en aumento, y debemos pensar en quienes la sufren directamente y en sus familiares cuidadores. La enfermedad de Alzheimer, debido a sus características es en la que se desarrolla de forma más profusa e intensa, el mundo de los cuidadores familiares.
Mi pensamiento en alto hoy, es para esos familiares que tienen que cuidar su mente y su corazón, el sufrimiento es grande cuando observas día a día a ese familiar que padece Alzheimer (da igual en qué fase o estadio esté de la enfermedad), que el deterioro es patente y sin retorno. Ver y casi tocar como alguien pierde, al igual que las hojas caen en otoño, todo lo que en su mente habitó, no tanto el pasado lejano, sino lo de hace un minuto…y para que al paso del tiempo se quede casi vacía esa mente y las neuronas sin contenido. Que solo veas la cabeza sin más, ese rostro, esa mirada, ese lloro o sonrisa y ese merme del cuerpo.
Pero ojo y mucho cuidado, necesitan cariño y respeto, ser mirados, mimados y atendidos con dignidad y por muy duro que ello sea las fuerzas y la entereza no deben fallar.
Darles cariño suaviza las penas y duele algo menos andar por ese trayecto, en el que la conducción lleva a una carretera sin salida.
Ya decían algunos entendidos, que mejor volverse niños, pues cierto, porque se va mermando de tal modo que se empequeñece la persona de forma considerable…
¡Hoy va por ellos y ellas!
Es francamente difícil pero no imposible aprender a manejar a este tipo de pacientes, porque a veces resulta doloroso por la afectividad y el apego que se tiene hacia ellos. Me estoy refiriendo dentro del marco familiar. Un cuidador familiar tiene a mi entender, un doble aprendizaje, por un lado el manejo del enfermo y familiar y por otro el suyo propio.
La dureza en la evolución de las distintas fases y situaciones, nos sitúa en un plano para el que no se nos ha preparado, ni aun teniendo conocimientos médicos o enfermeros; resulta complejo, aunque no imposible, dejar a un lado el toque de la carne.
Es una enfermedad neurodegenerativa en la que día a día te muestra una foto, no estática, es móvil por el evolutivo de la propia enfermedad. Esos rasgos, esos olvidos, la dificultad en caminar y en valerse por sí mismo, es lo que hace que tengas que aprender a filtrar y sirva para que poco a poco pueda fortalecer tu mente.
Tienes a favor en el caso de cuidador familiar profesional sanitario, algo muy importante, que eres conocedor de los cuidados y las necesidades de ese familiar, pero el lado afectivo requiere tanto o más atención que el saber cuidar y prestar esos cuidados, desde una mirada social y profesional.
Tienes que aprender a vivir con un familiar que tiene una enfermedad, que no tiene cura, ni tratamiento, que solo puedes aliviar su calidad de vida haciendo que cada día sea agradable, sin dolores y activándole tanto el cuerpo como la mente, en la medida de las posibilidades del cuidador o cuidadora y del que cuidas.
Esto va en aumento, y debemos pensar en quienes la sufren directamente y en sus familiares cuidadores. La enfermedad de Alzheimer, debido a sus características es en la que se desarrolla de forma más profusa e intensa, el mundo de los cuidadores familiares.
Mi pensamiento en alto hoy, es para esos familiares que tienen que cuidar su mente y su corazón, el sufrimiento es grande cuando observas día a día a ese familiar que padece Alzheimer (da igual en qué fase o estadio esté de la enfermedad), que el deterioro es patente y sin retorno. Ver y casi tocar como alguien pierde, al igual que las hojas caen en otoño, todo lo que en su mente habitó, no tanto el pasado lejano, sino lo de hace un minuto…y para que al paso del tiempo se quede casi vacía esa mente y las neuronas sin contenido. Que solo veas la cabeza sin más, ese rostro, esa mirada, ese lloro o sonrisa y ese merme del cuerpo.
Pero ojo y mucho cuidado, necesitan cariño y respeto, ser mirados, mimados y atendidos con dignidad y por muy duro que ello sea las fuerzas y la entereza no deben fallar.
Darles cariño suaviza las penas y duele algo menos andar por ese trayecto, en el que la conducción lleva a una carretera sin salida.
Ya decían algunos entendidos, que mejor volverse niños, pues cierto, porque se va mermando de tal modo que se empequeñece la persona de forma considerable…
¡Hoy va por ellos y ellas!
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