Por fin quietas. Aquellas manos habían dejado de moverse,  su temblor no le permitía dejar hacer cuanto para esa bella y madura mujer había supuesto su vida.
La pintura era su mundo y con los pinceles viajaba hasta el infinito puesto que se trasladaba a través de los cuadros a lugares insospechados, los trazos eran las rutas y los colores los vehículos que la trasportaban allí donde su imaginación la llevara; ese día termino su obra y también su periplo.
La pintura era su mundo y con los pinceles viajaba hasta el infinito puesto que se trasladaba a través de los cuadros a lugares insospechados, los trazos eran las rutas y los colores los vehículos que la trasportaban allí donde su imaginación la llevara; ese día termino su obra y también su periplo.
Miren E. Palacios 
Bilbao a, 22 de Noviembre del 2011

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