La finca que ve nacer estos vinos es tierra de paso, por donde transcurría el Camino Real de Madrid a Valencia y Alicante. No es casual que la finca se conozca como Venta la Vega porque, de hecho, en ella se levantaba la venta de este mismo nombre y de la que hoy sólo queda el recuerdo y una infinidad de historias de viajes, viajeros y de altos en el camino.
Ahí crecen los viñedos, en campos moteados con antiguos aljibes, pinos y carrascas que se dan de bruces con los sembrados de este altiplano que es Almansa, el último eslabón de la Meseta hacia el litoral levantino.
Los que llevan las Bodegas Almanseñas estan convencidos de que la tierra de Almansa puede dar grandes vinos, vinos de altísima calidad.
Bodegas Almanseñas es hoy en día, tras años de trabajo, un proyecto vinícola plenamente encauzado, teniendo como principales clientes de sus vinos a los Estados Unidos y Alemania.
Porque el vino de Almansa y su tierra es, cada vez más, una revelación.
La bodega tiene una tecnología que contribuye a elaborar mejores vinos, pero de poco sirve si no se cuida la viña con mimo y las labores de la bodega no se realizan con esmero y con respeto a la uva, su materia prima y su razón de ser. Diseñada también para recibir visitas y para divulgar la cultura del vino a todo aquel que quiera escucharles, su bodega corona la finca de Venta la Vega, entre la meseta y el mar, de donde surge íntegramente su cosecha.
Y Llevan unos años intentando predicar con el ejemplo a través de sus vinos: Adaras •Adaras blanco •La Huella de Adaras •La Huella blanco •La Vega de Adaras •Calizo.
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