Una semilla en esta tierra desolada, será difícil que algo crezca por fuerte que sea, en esa zona de la tierra donde existió un fuego de luz divina que arrasó de forma terminal con todo aquello que vivía. Hubiera quedado señorial colocar la fuente iluminada, delante de la puerta de esa penúltima casa a la que se llegó exhausto de ese viaje sin fin, en la que una vez más se intentaría como si nada celebrar el último día del año, echándonos agua y brindando con esas gotas chispeantes entremezcladas de nieve, gas y sal.
Miren E. Palacios
Bilbao, 30 de Diciembre del 2010
Miren E. Palacios
Bilbao, 30 de Diciembre del 2010
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