Nadie, en varios kilómetros a la redonda, sabría decir su nombre. La imagen, al acercarse por aquellos lugares donde quedaron desolados por el fuego y la explosión de la central química ubicada a pocos pasos de cada pueblo, era tétrica. Sus habitantes estaban desconcertados y atónitos, los más mayores debido a la desgracia vivida habían olvidado sus recuerdos, su vivencia y perdidas sus pertenecías. Fue tal el susto que para muchos supondría el fin de los tiempos felices, donde sus tierras daban cultivos y en el campo celebraban siempre una vez al año la fiesta en honor a las cosechas.
Miren E. Palacios
Bilbao, 7 de Enero del 2011
Miren E. Palacios
Bilbao, 7 de Enero del 2011
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